miércoles, 9 de enero de 2013

PHINEAS T. BARNUM: EL MAYOR ESPECTÁCULO DEL MUNDO.

P.T. Barnum

   “Señoras y caballeros, niños y niñas, con todos ustedes EL MAYOR ESPECTACULO DEL MUNDO.” Esta frase, tan famosa en nuestro tiempo, sinónimo de espectáculo, asombro y diversión circense, fue acuñada en la segunda mitad del siglo XIX por uno de los personajes más fascinantes de la historia del hombre. Un tipo sin escrúpulos, con un agudo sentido del espectáculo, perfectamente capaz exhibir a su madre en una barraca con tal de conseguir un puñado de dólares. Os hablo de nada más y nada menos que de Phineas Taylor Barnum. ¿Y ese quien diablos es?. Si os digo que fue el fundador del Circo Barnum, hoy el Ringling Brothers and Barnum & Bailey Circus, el más grande y famoso de todos los circos estadounidenses, y por tanto uno de los circos más grandes del mundo, en funcionamiento ininterrumpido desde el año 1871, seguro que ya os empieza a sonar la historia.

   Cuanto más ahondo en la vida de Phineas Taylor Barnum, más me asombra el personaje. Nacido el 5 de julio de 1810, hereda el amor por el espectáculo de su abuelo, un insuperable maestro de las bromas de mal gusto. Eso junto con su gran facilidad de palabra, su legendaria vagancia y un desmesurado afán de riqueza, le lleva desde su tierna infancia a inventar toda clase de argucias para sacar el dinero con toda clase de tretas a los pobres incautos. En 1833, cuatro años después de casarse, se muda con su familia a Nueva York, la capital del “primo”, en busca de fortuna. Allí, a poco de llegar, hace su primera incursión en el mundo del espectáculo, exhibiendo en Broadway a la señora Joyce Heath, una anciana afroamericana, a la sazón nodriza de George Washington. Por supuesto todo era un camelo porque si en aquella época todavía hubiera seguido en el mundo de los vivos la nodriza del presidente Washington, habría tenido la nada despreciable de edad de 160 años. Cuando un año después muere la supuesta tata del honorable presidente, el avispado Barnum llega a vender entradas para asistir a su autopsia.


Museo Americano en Broadway
   En fin, como vió que aquello funcionaba, que producía pingües dividendos y que, gracias a su facilidad de palabra y a su don por el espectáculo, le resultaba fácil estafar a los pobres incautos, después de dar varios tumbos aquí y allá, decidió embarcarse en empresas mayores y en 1841 inaugura en la ciudad de Nueva York el Museo Americano. Y ahora os diréis “bah, un museo. Eso no tiene nada de excepcional”. P.T. Barnum, un embaucador declarado, un tipo fuera de lo común, no creó un museo como hoy conocemos la definición museo. Para hacernos una idea, en la actualidad sería imposible que el Museo Americano de Barnum funcionara porque con toda probabilidad su fundador estaría en la trena y el recinto cerrado a perpetuidad. Aquél espectáculo era un canto a lo grotesco. Su genio promocional convirtió este museo en una de las mayores atracciones de la ciudad entre 1841 y 1865. Allí llevó al extremo dos de sus lemas más famosos: “todo es válido para vender en la vida” y “el público siempre está dispuesto a que lo engañen, aunque sepa que lo están timando”

Gemelos siameses Chang y Eng
   En el Museo Americano, un enorme edificio de cinco pisos, exhibió toda clase de rarezas para deleite del público de la época. Así, entre sus atracciones encontramos a “la sirena de Fidji” que en realidad era el torso de un mono con la cola cosida de un salmón disecado, mujeres gigantes, barbudas, hermafroditas, siameses como los hermanos Chang y Eng, el hombre con cara de perro, el hombre torso, -un pobre infeliz nacido sin brazos ni piernas- y por supuesto, toda clase de enanos. Toda persona nacida con deformidades de algún tipo tenía cabida en el espectáculo de Barnum. Llegó a tener cerca de mil actores en su museo llevando a la cumbre la comedia del esperpento.

   Si algo sabía hacer bien Barnum, era sacar el máximo beneficio a la ignorancia e inocencia de las personas. En su freak-show, no faltaban todo tipo de deformidades. Y si no las había, él las inventaba. Gracias a su mente maquiavélica para planificar espectáculos 'siniestros', se ganó un sitio en las estanterías de los psicólogos, ya que le dieron su nombre a una patología llamada "El efecto Barnum", también conocido como el efecto de validación subjetiva o el efecto de validación personal, que consiste en que el sujeto tiende a aceptar descripciones personales vagas y generales como excepcionalmente aplicables a ellos mismos, sin darse cuenta que la misma descripción podría ser aplicada a cualquiera.

   Tras una carrera ininterrumpida de 24 años de asombrosos éxitos, el recinto del Museo  Americano sufre un incendio y se quema hasta sus cimientos el 13 de julio de 1865. Lejos de desanimar y provocar la prematura retirada del mundo del espectáculo de este singular personaje, P.T. Barnum se embarca junto con los empresarios circenses Dan Castello y William C. Coup, en el "P.T. Barnum's Great Traveling Museum, Menagerie, Caravan, and Hippodrome" un gran circo itinerante hasta con tren propio, embrión de los actuales circos modernos, que viaja por todo Estados Unidos exhibiendo sus rarezas hoy políticamente incorrectas. Lluvias de octavillas, carteles y artículos de prensa que él mismo escribe, inundan las ciudades que tienen la fortuna o la desdicha de recibir en sus entrañas a esta particular caravana circense. Barnum atrae a miles de espectadores en masa para ver y escuchar sus historias 'mentirosas' y prefabricadas, como la del “devorador de pollos”. Inmensas colas esperaban a la puerta de la barraca de este supuesto ser excepcional para finalmente al entrar, contemplar a un señor normal y corriente sentado en una silla comiendo un pollo asado. El público se agolpaba y hacía colas en las barracas de su espectáculo con el ánimo de ser sorprendido, otros solo para burlarse, pero todos pagaban el precio de la entrada. Barnum tenía empleados infiltrados entre el público que marcaban con una tiza en la espalda a aquél “primo” que llevara la billetera más gorda, con la sola idea de  reconocerlo para timarlo más tarde y sacarle todos los máximos dólares posibles, haciendo buena otra famosa frase suya que decía “a cada minuto que pasa nace un tonto”. 
Barnum junto al "general" Tom Trumb

   Su circo también contó con “el General Tom Thumb”,  un niño de tan solo cuatro años que padecía de enanismo y al que presentaba como el hombre más bajo del planeta. Barnum, que era pariente lejano del pequeño, no mostró ningún escrúpulo en aprovecharse de éste al quedar huérfano e incorporarlo al espectáculo, donde lo exhibía disfrazado con un traje de Napoleón, fumando un enorme puro. Tal fue la repercusión y la fama del circo Barnum, que lo llevó a hacer una gira por Europa, llegando a actuar frente a la mismísima Reina Victoria I del Reino Unido, quedando asombrada por el espectáculo. Tan sorprendida quedó que mandó misivas a los mandatarios y demás casas reales europeas recomendando el espectáculo ambulante, lo que ayudó a Barnum a amasar una inmensa fortuna.

   En 1881 Barnum fusiona su espectáculo con el circo Bailey, creando el mayor circo ambulante de la época: El Circo Barnum & Bailey, el Mayor Espectáculo del Mundo, ofreciendo a sus espectadores, además de los freaks y tahures habituales de Barnum, los animales más asombrosos del planeta, como el gigantesco elefante Jumbo. Niños y mayores disfrutaban por igual en este grandioso y espectacular circo y el dinero fluía a mares a la enorme faltriquera de P.T. Barnum hasta que, muere en 1891 a la nada despreciable edad de 81 años. Sus restos descansan en el Cementerio de Mountain Grove, Connecticut, camposanto que él mismo diseñó. Circula un mito acerca de sus últimas palabras en el lecho de muerte: “¿Cuanto hemos recaudado esta noche en el Madison Square Garden?”. No sé si será cierto pero le viene como anillo al dedo al personaje. Tras su muerte, su circo fue vendido a Ringling Brothers por la nada despreciable cifra de 278.745 euros, un pastón para la época, formando el archiconocido Ringling Brothers and Barnum & Bailey Circus.

   Para los cinéfilos, decir que hay una película inspirada en el Museo Americano de Barnum: La Parada de los Monstruos/freaks de 1932 del director Tod Browning famoso por su éxito con la película “Drácula”, cuya trama se desarrolla en un circo lleno de seres deformes, tullidos y personas con diversas amputaciones. Interpretada por personas con deformidades físicas reales, incluso con padecimientos mentales, hoy es un clásico de culto, pero en su tiempo fue considerada repugnante, y el público obligó a que fuera retirada de las pantallas.

   Si habéis sido capaces de llegar hasta el final de esta entrada es que también sois unos frikis y os va lo grotesco, al igual que a nuestros antepasados del siglo XIX.




Fuentes:

6 comentarios:

  1. Hola Miguel Ángel, tu artículo me ha parecido de lo más interesante, pues reconocí al esperpéntico Sr. Barnum creador del mítico museo humano pero desconocía muchas cosas que gracias a ti ahora aprendí. Hace tiempo escribí un artículo sobre Josph Merrick el hombre elefante, para el cual busqué bastante información. Me pareció de horrible naturaleza el abuso indiscriminado tanto de la gente que abusó de él en circos ambulantes como de la propia sociedad, que lo veía como un animal deforme y monstruoso.
    Siempre hay gente para todo, y capaz de ganar dinero a costa de cualquier cosa, aunque para ello tengan que vender a su propia madre.
    Un abrazo.

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  2. Hola Jorge, me alegra que te haya gustado la entrada. A finales del siglo XIX era habitual que los circos y espectáculos de la época exhibieran a personas tullidas o deformes como el hombre elefante, los siamses Chang y Eng o el hombre perro. Personajes como Barnum se aprovechaban de las desgracias ajenas para embaucar a otros en beneficio propio pero aunque parezca mentira, estos "monstruos" buscaban deliberadamente ser acogidos por estos espectáculos porque les proporcionaban cobijo, una forma de ganarse la vida e incluso notoriedad. Sin estos circos, estas personas hubieran terminado confinados o incluso asesinados en sus pueblos por ser diferentes. Gracias a Barnum, que de santo no tenía nada, Chang y Eng llegaron a ser millonarios e incluso contrajeron matrimonio y llegaron a tener descendencia. No debemos juzgar con los hojos de hoy la sociedad de hace 150 años. Vivían y actuaban conforme a la moral y costumbres de su tiempo.

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    1. Evidentemente, ojos es sin hache. Gajes de escribir en un móvil. ;-)

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  3. Me encanta el estilo ironico de vuestras entradas. Es genial.
    Un saludo.

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  4. Menudo pájaro el Barnum este. Una divertida entrada además de didáctica. No tengo más que felicitaros por este estupendo blog, para mi un verdadero descubrimiento.

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