2ª Guerra Mundial. Americanos construyendo una pista de despegue |
La impactante desaparición del vuelo MH370 de Malaysia
Airlines y la posterior búsqueda infructuosa del avión y sus 239 personas entre
pasaje y tripulación, ha cautivado la atención de millones de personas
alrededor del mundo. Y no es un modelo de avión cualquiera el que ha
desaparecido. Es un Boeing 777, el avión comercial más seguro por historial de
vuelo y con mayor alcance que existe en el mundo, con capacidad para volar más
de media vuelta alrededor del mundo. Este dato que parece una minucia tiene su importancia.
A falta de saber con exactitud que ha ocurrido realmente, muchas son las
teorías que se han formulado para explicar lo hasta ahora inexplicable, desde
un ataque terrorista a un error humano, hasta una abducción por extraterrestres
curiosos, pasando por un secuestro silencioso para con posterioridad usar el
avión cargado de explosivos como bomba volante. Menos lo de los graciosos
hombrecillos verdes sin nada mejor que hacer, todo es posible. Y es que nadie
se explica como un avión de semejante envergadura, puede esfumarse sin dejar
rastro en un mundo donde es posible saber con total exactitud los movimientos
de una persona, con tan solo rastrear el posicionamiento de su móvil.
Para una persona de mente calenturienta como yo, no resulta
nada difícil imaginar el secuestro del aparato con el objetivo de hacerlo
aterrizar en un viejo aeródromo norteamericano de la Segunda Guerra Mundial,
abandonado en alguna isla remota del Pacífico, situada en el radio de alcance
del MH370, como por ejemplo el aeródromo de Peleliu, situado en una diminuta
isla del Pacífico. Construido por el ejército japonés en 1944 y conquistado con
posterioridad a sangre y fuego por la 1ª División de Marines de los Estados
Unidos en septiembre de ese mismo año, consta de una pista principal
prácticamente abandonada, con unas dimensiones de 1828 x 12 metros, suficiente
longitud para hacer aterrizar a un Boeing 777… con mucha pericia y algo de
suerte. Aunque tal vez, como indican algunos indicios, el aparato voló hacia el
oeste, con el objetivo de aterrizar en un apartado aeródromo construido al
efecto en la desierta Afganistán. Porque, al contrario de lo que se pueda
pensar, se puede disponer de una pista de aterrizaje con relativa facilidad.
Los norteamericanos fueron especialistas durante la Segunda Guerra Mundial en
construir y acondicionar aeródromos en tiempo record. Los llamaban ALG
(Advanced Landing Ground) o Pistas Avanzadas de Tierra. Se implantaron más de
treinta de estas pistas y su construcción no podía ser más sencilla. Después de
localizar una zona apropiada y que hubiera ya quedado fuera del alcance de la
artillería enemiga, llegaba un grupo de zapadores que desbrozaban y alisaban un
rectángulo de unos 1.500 metros de largo por 50 de ancho. Sobre esta zona se
extendía una rejilla metálica que transportaban en grandes rollos y que fijaban
con clavijas al suelo. La señalización de pista e iluminación se conseguía
mediante unos dispositivos fácilmente transportables y que rápidamente se
colocaban donde fueran necesarios. Después de esto, se hacía una precaria torre
de control que, con suerte, se levantaba con grandes cajas de embalaje. Aunque
en la mayoría de los casos, no se contaba ni con esto y se llevaban las
operaciones de vuelo desde el mismo suelo. Como veis, es una tecnología al
alcance de cualquiera. Un retorcido principio para una buena novela o guión de
intriga y conspiraciones. Espero que el final de esta historia sea más sencillo
aunque la realidad, siempre caprichosa y machacona, a menudo se encarga de
superar a la ficción. Y normalmente la supera con creces.
Bueno, dejémonos de historias y vayamos al grano porque,
como el título de esta entrada indica y al hilo de la enigmática volatilización
del vuelo MH370 de Malaysia Airlines, vamos a hacer un repaso a algunas de las
desapariciones más misteriosas y espectaculares de la historia. Empezamos
1872, el Mary Celeste
El 5 de Diciembre de 1872, el bergantín británico Dei Gratia
se encontraba a unas 400 millas al este de las islas Azores, cuando miembros de
la tripulación divisaron un barco a la deriva. El capitán David Morehouse se
sorprendió al descubrir que el buque en cuestión era el Mary Celeste, que había
salido de la ciudad de Nueva York ocho días antes que él y que a esas alturas,
ya debería haber llegado a su puerto de destino en Génova, Italia.
Extrañado, Morehouse envió una partida de abordaje a la nave,
descubriendo que el buque estaba intacto, las pertenencias de los tripulantes
en sus camarotes e incluso la cocina lista para preparar el almuerzo. Tan solo
faltaba un bote salvavidas. El cargamento de 1.701 barriles de alcohol
industrial estaba donde debía estar, perfectamente estibado en la bodega de
carga, en la alacena había suministro de alimento y aguada para seis meses y
como hecho anormal tan solo reportaron tres metros y medio de agua en la
sentina. Y por supuesto, ni rastro de la tripulación. Nacía así uno de los más
grandes misterios de la historia náutica.
El buque inició su fatídico viaje el 7 de noviembre de 1872,
navegando con siete tripulantes, el capitán Benjamin Spooner Briggs, su esposa,
Sarah, y su hija, Sofía, de 2 años de edad. El bergantín de 282 toneladas
combatió el mal tiempo durante dos semanas para llegar a las Azores, donde la
última entrada del diario de bitácora se registró a las 5 de la mañana del 25
de noviembre. Tras el avistamiento diez días más tarde por la tripulación del
Dei Gratia, el Mary Celeste es remolcado a Gibraltar, situado a 800 kms. del
lugar del avistamiento, donde un tribunal del almirantazgo británico convocó a
una audiencia de rescate para determinar si los tripulantes del Dei Gratia, de
acuerdo con la legislación naval británica, tenían derecho al pago de las
aseguradoras de la nave, en compensación por el rescate. Pero el fiscal general
a cargo de la investigación, Frederick Solly-Flood, sospechaba de la
tripulación del Dei Gratia por la extrañeza del caso e investigó en
consecuencia. Después de más de tres meses de pesquisas, el tribunal no
encontró ninguna evidencia de juego sucio. Con el tiempo, la dotación del Dei
Gratia recibió su recompensa, pero sólo una sexta parte de los 46.000 dólares
en que se había asegurado el buque y su carga, lo que sugiere que las
autoridades no estaban del todo convencidas de la inocencia de la tripulación del
Dei Gratia.
1956, Stratojet B-47
El 10 de marzo de 1956, cuatro Stratojets B-47,
pertenecientes a la 369ª escuadrilla de
bombardeo de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, despegaron de la Base Aérea MacDill en Florida, para un vuelo
sin escalas a la base aérea de Ben Guerir, al norte de Marrakech, Marruecos, en
una rutinaria misión de despliegue. Cada uno de estos bombarderos portaban en
sus bodegas dos cápsulas de material para armas nucleares. Las cápsulas estaban contenidas en cajas de transporte que minimizaban el riesgo de una detonación
accidental. Debido a la larga distancia, sería necesario repostar en vuelo dos
veces durante el viaje.
El primer repostaje se realizó sin incidentes. Cada uno de
los bombarderos repostan en vuelo 20.440 litros de combustible mientras
sobrevuelan aguas del Atlántico, a partir de aviones KC-97 de reabastecimiento,
destinados en la base aérea de las Azores. El segundo y último reabastecimiento
en vuelo iba a tener lugar sobre el Mediterráneo, al norte de la costa
argelina.
En el lugar convenido, los cuatro B-47 comenzaron
descendiendo a través de una espesa cobertura de nubes para comenzar su segundo
repostaje, a 14.000 pies de altura, pero sólo tres de ellos salieron del cielo
nublado. El Boeing B-47E-95-BW Stratojet con número de serie 52-534, tripulado por
el capitán Robert H. Hodgin, el capitán Gordon M. Insley y el segundo teniente
Ronald L. Kurtz, simplemente había desaparecido. Cuando el avión cisterna KC-97
asignado no pudo ponerse en contacto con el B-47, comenzó la búsqueda.
Junto con la Fuerza Aérea de los EE.UU., buques de la Royal
Navy de maniobras en el Mediterráneo, y tropas españolas y francesas
desplegadas en Marruecos, ayudaron en la búsqueda de restos del avión. La
exhaustiva búsqueda nunca dio con los restos de la aeronave, sus armas ni su
tripulación. El Stratojet 52-534 simplemente se esfumó sin dejar un solo
mensaje de alerta o reporte de mal funcionamiento mecánico por parte de la
tripulación. A día de hoy, la desaparición y el paradero de la aeronave, la
tripulación y sus dos cápsulas nucleares
sigue siendo un misterio.
1947, Vuelo CS-59 de
la British South American Airways
El 2 de agosto de 1947 el vuelo CS-59, que había salido de
Buenos Aires con destino a Santiago de Chile, comunica a la torre de control del aeropuerto Los Cerillos
que tomará tierra en cuatro minutos. Sin embargo el aparato nunca llega a su
destino. Desaparece sin emitir una sola señal de socorro o mensaje de radio. La
búsqueda del aparato, sus seis pasajeros y sus cinco tripulantes comienza de
inmediato pero el Avro 691 Lancastrian de la British South American Airways
parece haberse evaporado.
No es hasta enero de 2000, más de cincuenta años después del
suceso, cuando unos alpinistas encuentran restos humanos y fragmentos de una
aeronave en el volcán Tupungato, en Argentina, a unos 80 kilómetros del
aeropuerto de Santiago. Del posterior estudio por parte de las autoridades
argentinas de los restos encontrados, se llega a la conclusión de que se trata,
sin ninguna duda, de los restos del Avro 691 Lancastrian, accidentado al
impactar directamente contra la montaña en una combinación de error de pilotaje
y mala visibilidad por las condiciones atmosféricas de la zona. Un posterior
alud provocado por el impacto contra la montaña nevada, causó una avalancha que
ocultó los escombros y los cuerpos de las víctimas durante más de cincuenta
años.
1945, el Vuelo 19
A las 14:10 de la tarde del 5 de diciembre de 1945, el vuelo
19, que consta de cinco bombarderos TBM Avenger despega de la Base Aérea Naval
de EE.UU., Fort Lauderdale, en Florida, en un vuelo de entrenamiento de
navegación avanzada sobre el agua y bombardeo de bajo nivel. El clima en el
área cubierta por la escuadrilla de entrenamiento puede considerarse normal
para este tipo de pruebas, con lluvias dispersas con un techo de 2.500 pies,
visibilidad de 6.8 millas, vientos de superficie de 20 nudos con rachas de 31
nudos y mar de moderada a difícil.
A las 16:00 horas, Charles O. Taylor, el teniente instructor
al mando de la misión, informa con preocupación a la torre de control que su
escuadrilla se ha perdido y que no pueden distinguir la superficie de océano.
El controlador de la torre, en un intento de guiar a los pilotos, les pide que
se dirijan hacia el oeste de su actual posición, pero la respuesta del oficial
Taylor fue aún más sorprendente que la primera: “No sabemos dónde está el oeste. Todo parece falso, extraño. No estamos
seguros de ningún rumbo. Incluso el océano no parece ser el mismo de siempre”.
Los cinco aviones estaban experimentando mal funcionamiento en sus brújulas.
Poco después de la insólita respuesta del teniente Taylor, se pierde toda
comunicación con el Vuelo 19 debido a la interferencia de las estaciones de
radiodifusión en Cuba, estática, y las condiciones atmosféricas.
Hay indicios de que el contacto por radio se pierde en algún
lugar al este de la península de la Florida. Todos los medios al alcance de la
Marina se ponen en marcha para localizar a los cinco Avengers perdidos y
ayudarles a regresar a la base pero todo esfuerzo resulta en vano. No hay ni rastro
de las aeronaves a pesar de que la operación de búsqueda se lleva a cabo hasta
la noche del 10 de diciembre de 1945, cuando las condiciones climáticas se
deterioran al punto que las operaciones de búsqueda y rescate se vuelven
excesivamente peligrosas.
El misterio de la desaparición del Vuelo 19 crece cuando un hidroavión
bimotor Martin Mariner es lanzado a las 19:30 del 5 de diciembre de 1945, el
mismo día de la desaparición, para unirse a las labores de búsqueda y después
del despegue, nunca más se sabe de él. En base al informe de un buque mercante que
cree haber visto una fuerte llamarada en el cielo, se supone que este avión
explotó en el mar y se hundió a aproximadamente 28,59 N; 80,25 W. Sin embargo,
y al igual que los cinco Avengers, los restos del hidroavión y su tripulación
nunca fueron encontrados.
1954: El vuelo 441
El 30 de octubre de 1954, el vuelo 441, un Super
Constellation de la Marina Americana, despegó con 42 pasajeros, todos oficiales
de la Marina y sus familias, de la Estación Aérea Naval de Patuxent River con
destino a Lajes en las Azores. En un principio, la comunicación con la aeronave
fue regular y rutinaria. Y de repente, el silencio. La última transmisión fue
recibida a las 23:30 horas que constaba de informe periódico informando de su
ubicación. A esa hora, el avión se encontraba a 17.000 pies de altitud a 400
kilómetros de la costa americana.
Y después de eso, el vuelo 441, simplemente se esfuma. La
desaparición del vuelo 441 se mantiene como uno de los mayores misterios en la
historia de la aviación. Ni siquiera una sola pista hasta la fecha se ha
reunido para arrojar alguna luz sobre la causa. Todas las circunstancias del
vuelo fueron investigadas minuciosamente, incluso se indagó en la pericia y la
vida privada del piloto y la tripulación, sin encontrar nada extraño. El tiempo
era el típico para el Atlántico Norte en esa época del año, el Lockheed Super
Constellation, el avión más moderno y seguro de la época, equipado con un radar
meteorológico que era capaz de dar aviso previo si había cualquier condición
meteorológica adversa, estaba en perfectas condiciones, y el comandante de la
aeronave, el teniente Leonard, era un piloto experimentado con miles de horas
de vuelo.
La comisión de investigación por la desaparición del vuelo
441 no llegó a ninguna conclusión verosímil, básicamente porque si el aparato
hubiese explotado en pleno vuelo o hubiera hecho un amerizaje de emergencia,
alguno de los 111 chalecos salvavidas, 46 trajes de exposición, 660 vasos de
papel y 5 balsas salvavidas que transportaba, todos objetos que flotan
fácilmente en el agua, debería saber sido avistado. Además, si el avión hubiera
tenido que hacer alguna maniobra de emergencia, el piloto debería haber enviado
una señal de SOS. Sin embargo nada de eso ocurrió.
2003: Boeing 727 robado
en Luanda
A las cinco de la tarde del 25 de mayo de 2003 en el
aeropuerto Quatro de Fevererio de Luanda, un Boeing 727 con matrícula N844AA
comienza a moverse por el asfalto con las luces apagadas y sin avisar a la
torre de control. Al alcanzar la pista de aterrizaje y haciendo caso omiso a los
avisos de los controladores aéreos, despega sin autorización y desaparece en el
horizonte, rumbo norte, a la altura de Kinshasa, en el Congo, para
no volver a ser visto jamás. El transpondedor, un aparato que facilita la
localización de la aeronave, fue apagado de forma manual desde la cabina.
El aparato, fabricado en 1975 para la compañía American
Airlines, fue vendido por su último propietario “Aerospace Sales & Leasing”
a “Air Angola” en el año 2002 por un millón de dólares, pero en el 2003 fue
detenido en el aeropuerto de Quatro de Fevererio en Luanda por impago de cincuenta
mil dólares en tasas aeroportuarias, donde permaneció catorce meses parado. Air
Angola y sus socios lo habían reconvertido en un avión cisterna que se dedicaba
a abastecer de gasoil a las minas de diamantes. Sus asientos se habían retirado
y en su lugar se habían colocado diez depósitos de 1900 litros de capacidad,
para un total de 19000 litros de combustible.
Menos de dos años después de los atentados del 11 de
Septiembre contra las Torres Gemelas y dadas las características del aparato,
el robo del 727 desencadenó una frenética búsqueda por parte de la CIA y el FBI.
Se elevó al máximo la alerta antiterrorista, se movilizaron barcos y aviones de
combate en un radio de 2.400 kilómetros del aeropuerto de Luanda, pero el
Boeing 727-223 con matrícula N844AA, una perfecta bomba volante, nunca
apareció. Ni tampoco Ben Charles Padilla, su ayudante John Mikel Mutantu y la
cuadrilla de mecánicos angoleños que llevaban a cabo las labores de puesta a
punto del aparato.
Casi once años después, la desaparición sigue siendo un
misterio. La teoría más admitida apunta a que fue robado por terroristas o
narcotraficantes, después de asesinar a los dos mecánicos, con la intención
emplearlo para transportar armas o drogas tras ocultar su procedencia bajo
documentación falsa.
Fuentes:
http://www.smithsonianmag.com
http://www.history.navy.mil/
http://compendiummagazine.com/
Coordenadas Google Maps:
Isa de Peleliu, Palaos: 7.005070, 134.242517
Base Aérea MacDill, Tampa, Florida: 27.848979, -82.521627
Base aérea Ben Guerir, Marruecos: 32.126902, -7.878002
Aeropuertode Santiago de Chile: -33.393301, -70.794091
Aeropuerto Quatro de Fevererio, Luanda: -8.849596, 13.234878
Y por que dices que no es posible la teoría de los hombrecillos verdes?
ResponderEliminarPorque no son verdes
EliminarLa verdad es que es muy desconcertante que no haya aparecido ningún rastro del avión de Malaysia airlines. Aunque haya caído al mar, algún rastro hubiese dejado, además de las propias balizas que porta el aparato.
ResponderEliminarTodo un misterio. Como los grandes clásicos que añades, de los cuales, siempre me sentí atraído por el de los Avengers, supongo que condicionado por la lectura de Berlitz cuando era chaval.
Lo cierto que es todo muy extraño y desconcertante.
Un abrazo, genial reportaje.
Gracias Jorge. Hay otros muchos desconcertantes casos de desapariciones misteriosas que se han quedado en el tintero, como el de Amelia Earthart, una famosa aviadora estadounidense desaparecida en el Pacifico el 2 de julio de 1937 cuando intentaba realizar el primer viaje aéreo alrededor del mundo, o la enigmática desaparición en abril de 2007 de los tres tripulantes del catamarán Kaz II a la altura de Queensland, Australia, en unas circunstancias muy parecidas a las del bergantín Mary Celeste, con el motor funcionando al ralentí, una taza de café medio vacía, un ordenador portátil encendido y el periódico abierto sobre la mesa. Pero mi desaparición favorita, sin ninguna duda, es la del Boeing 727 robado en el aeropuerto de Luanda y posteriormente evaporado sin dejar rastro. Digno de un buen guión cinematográfico.
Eliminar