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viernes, 30 de noviembre de 2012

El Gran Capitán


   La historia de España está plagada de personajes que parecen salidos de una novela de aventuras. Sus increíbles proezas al servicio de la corona española se han perdido en ese profundo pozo negro que es la memoria histórica de nuestro país, causada en parte por esa globalidad cultural que vivimos en el mundo occidental, donde la historia y cultura anglosajonas ocupan un papel preponderante, y en parte, y esto es lo más triste, por el espíritu cainita que domina a todo español. No hace falta poner ejemplos.
  
   Una triste muestra de un gran héroe olvidado, cordobés para más señas, la podemos contemplar paseando por Córdoba. Si dirigimos nuestros pasos hacia la Plaza de las Tendillas, encontramos dominando la plaza una estatua ecuestre en bronce proyectada por el escultor cordobés Mateo Inurria e inaugurada el 15 de noviembre de 1923. Aquí se la conoce popularmente como “El caballo de las Tendillas” pero poca gente sabe que fue erigida a principios del siglo pasado para conmemorar el IV centenario de la muerte de uno de los personajes más ilustres en la historia de España, perteneciente a la casa de Aguilar, militar al servicio de los Reyes Católicos, respetado por sus compañeros de armas, azote de moros, franceses y turcos, y padre del Tercio, unidad militar de combate del ejército español invicta en los campos de batalla de medio mundo durante casi doscientos años.
Las Tendillas en los años 40

 Estoy hablando de don Gonzalo Fernández de Córdoba,  el “Gran Capitán” y su estatua ecuestre, no el monumento al torero “Lagartijo” a caballo, como muchos cordobeses creen.

   Cuesta imaginar hoy a este hombre de su tiempo, cruzando la península a caballo en el año 1495, pertrechado con todos sus aparejos para embarcarse con destino a Calabria junto a un reducido ejército, en busca de un enfrentamiento durante tres largos años con los franceses que habían ocupado Nápoles, con un ejército que lo superaba ampliamente en número, darles matarile, expulsarlos humillados y masacrados de los territorios españoles y regresar de nuevo a España en 1498 a uña de caballo, para dar parte de sus hazañas a la corte itinerante de los reyes católicos.

   Con la creación de los Tercios, don Gonzalo hizo de la infantería española un ejército formidable del que decían los franceses después de haber luchado contra él, que “no habían combatido con hombres sino con diablos”.  Las dotes de estratega de Fernández de Córdoba, junto con la disciplina y la superioridad táctica del ejército español, permitió expulsar del reino de Nápoles a un ejército francés que superaba ampliamente en número a los españoles.

   Por mandato de los reyes católicos, el Gran Capitán gobernó como virrey en Nápoles durante cuatro años, con toda la autoridad de un soberano. Pero tras la muerte de la reina Isabel, Fernando el Católico se hizo eco de los rumores difundidos por las habladurías de envidiosos, esa especie que tanto abunda en nuestro país desde tiempos inmemoriales y, temeroso de que se independizara, le quitó el mando. Sin embargo don Gonzalo, para justificar que lo que se decía de él no era cierto, presentó unas cuentas, que aún se conservan en el archivo de Simancas, perfectamente detalladas que desmentían dichos rumores.
 
   De todas las cuentas que el Gran Capitán presentó, las más conocidas de todas son las cinco que presentó con el único propósito de desafiar al rey, con una relación de gastos desmesurados en conceptos absurdos pero que aludían directamente al heroísmo de sus soldados y a las aplastantes victorias conseguidas en el campo de batalla:

  • Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas.
  • Cien millones en palas, picos y azadones, para enterrar a los muertos del adversario.
  • Cien mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres de sus enemigos tendidos en el campo de batalla.
  • Ciento sesenta mil ducados en poner y renovar campanas destruidas por el uso continuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo.
  • Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le había regalado un reino.

 
   Finalmente, destituido del mando, se retira a Loja (Granada) donde fallece por enfermedad en 1515. Como todo héroe español, su enemigo más cruel y efectivo fue su popularidad.

   Para el que quiera conocer algo más de este ilustre personaje, recomiendo la lectura del manuscrito del año 1669 de Francisco de Herrera “Historia de las Proezas y Hazañas del Gran Capitán don Gonzalo Fernández de Córdoba". Se puede leer y descargar gratuitamente en el siguiente enlace de la biblioteca virtual de Andalucía: http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/consulta/registro.cmd?id=1001918



5 comentarios:

  1. Siento el rollo soltado pero el cuerpo me pedía un pequeño homenaje al "Caballo de las Tendillas". El texto era mucho más largo pero he tenido que abreviar para no aburrir a las ovejas. He intentado hacer la historia amena pero comprendo que a no todo el mundo le gustan estas "batallitas". Pido perdón por las inexactitudes que la entrada pueda tener.

    Quizás otro día dedique una entrada para rendir homenaje a aquél puñado de españoles desarrapados que, subidos a lomos de varios blindados y un Sherman, liberaron París el 24 de agosto de 1944 de las garras del ejército nazi. Si, españoles. Tal cual lo leéis.

    Saludos.

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    1. De rollo nada!!,así son las cosas,y así disfrutamos tus narraciones.

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  2. A mí me ha parecido un texto genial, cuyo aporte histórico agradezco sobremanera.
    Un abrazo.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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