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martes, 18 de marzo de 2014

DESAPARICIONES MISTERIOSAS

2ª Guerra Mundial. Americanos construyendo una pista de despegue
   La impactante desaparición del vuelo MH370 de Malaysia Airlines y la posterior búsqueda infructuosa del avión y sus 239 personas entre pasaje y tripulación, ha cautivado la atención de millones de personas alrededor del mundo. Y no es un modelo de avión cualquiera el que ha desaparecido. Es un Boeing 777, el avión comercial más seguro por historial de vuelo y con mayor alcance que existe en el mundo, con capacidad para volar más de media vuelta alrededor del mundo. Este dato que parece una minucia tiene su importancia. A falta de saber con exactitud que ha ocurrido realmente, muchas son las teorías que se han formulado para explicar lo hasta ahora inexplicable, desde un ataque terrorista a un error humano, hasta una abducción por extraterrestres curiosos, pasando por un secuestro silencioso para con posterioridad usar el avión cargado de explosivos como bomba volante. Menos lo de los graciosos hombrecillos verdes sin nada mejor que hacer, todo es posible. Y es que nadie se explica como un avión de semejante envergadura, puede esfumarse sin dejar rastro en un mundo donde es posible saber con total exactitud los movimientos de una persona, con tan solo rastrear el posicionamiento de su móvil.

   Para una persona de mente calenturienta como yo, no resulta nada difícil imaginar el secuestro del aparato con el objetivo de hacerlo aterrizar en un viejo aeródromo norteamericano de la Segunda Guerra Mundial, abandonado en alguna isla remota del Pacífico, situada en el radio de alcance del MH370, como por ejemplo el aeródromo de Peleliu, situado en una diminuta isla del Pacífico. Construido por el ejército japonés en 1944 y conquistado con posterioridad a sangre y fuego por la 1ª División de Marines de los Estados Unidos en septiembre de ese mismo año, consta de una pista principal prácticamente abandonada, con unas dimensiones de 1828 x 12 metros, suficiente longitud para hacer aterrizar a un Boeing 777… con mucha pericia y algo de suerte. Aunque tal vez, como indican algunos indicios, el aparato voló hacia el oeste, con el objetivo de aterrizar en un apartado aeródromo construido al efecto en la desierta Afganistán. Porque, al contrario de lo que se pueda pensar, se puede disponer de una pista de aterrizaje con relativa facilidad. Los norteamericanos fueron especialistas durante la Segunda Guerra Mundial en construir y acondicionar aeródromos en tiempo record. Los llamaban ALG (Advanced Landing Ground) o Pistas Avanzadas de Tierra. Se implantaron más de treinta de estas pistas y su construcción no podía ser más sencilla. Después de localizar una zona apropiada y que hubiera ya quedado fuera del alcance de la artillería enemiga, llegaba un grupo de zapadores que desbrozaban y alisaban un rectángulo de unos 1.500 metros de largo por 50 de ancho. Sobre esta zona se extendía una rejilla metálica que transportaban en grandes rollos y que fijaban con clavijas al suelo. La señalización de pista e iluminación se conseguía mediante unos dispositivos fácilmente transportables y que rápidamente se colocaban donde fueran necesarios. Después de esto, se hacía una precaria torre de control que, con suerte, se levantaba con grandes cajas de embalaje. Aunque en la mayoría de los casos, no se contaba ni con esto y se llevaban las operaciones de vuelo desde el mismo suelo. Como veis, es una tecnología al alcance de cualquiera. Un retorcido principio para una buena novela o guión de intriga y conspiraciones. Espero que el final de esta historia sea más sencillo aunque la realidad, siempre caprichosa y machacona, a menudo se encarga de superar a la ficción. Y normalmente la supera con creces.

   Bueno, dejémonos de historias y vayamos al grano porque, como el título de esta entrada indica y al hilo de la enigmática volatilización del vuelo MH370 de Malaysia Airlines, vamos a hacer un repaso a algunas de las desapariciones más misteriosas y espectaculares de la historia. Empezamos

   1872, el Mary Celeste

   El 5 de Diciembre de 1872, el bergantín británico Dei Gratia se encontraba a unas 400 millas al este de las islas Azores, cuando miembros de la tripulación divisaron un barco a la deriva. El capitán David Morehouse se sorprendió al descubrir que el buque en cuestión era el Mary Celeste, que había salido de la ciudad de Nueva York ocho días antes que él y que a esas alturas, ya debería haber llegado a su puerto de destino en Génova, Italia.

   Extrañado, Morehouse envió una partida de abordaje a la nave, descubriendo que el buque estaba intacto, las pertenencias de los tripulantes en sus camarotes e incluso la cocina lista para preparar el almuerzo. Tan solo faltaba un bote salvavidas. El cargamento de 1.701 barriles de alcohol industrial estaba donde debía estar, perfectamente estibado en la bodega de carga, en la alacena había suministro de alimento y aguada para seis meses y como hecho anormal tan solo reportaron tres metros y medio de agua en la sentina. Y por supuesto, ni rastro de la tripulación. Nacía así uno de los más grandes misterios de la historia náutica.

   El buque inició su fatídico viaje el 7 de noviembre de 1872, navegando con siete tripulantes, el capitán Benjamin Spooner Briggs, su esposa, Sarah, y su hija, Sofía, de 2 años de edad. El bergantín de 282 toneladas combatió el mal tiempo durante dos semanas para llegar a las Azores, donde la última entrada del diario de bitácora se registró a las 5 de la mañana del 25 de noviembre. Tras el avistamiento diez días más tarde por la tripulación del Dei Gratia, el Mary Celeste es remolcado a Gibraltar, situado a 800 kms. del lugar del avistamiento, donde un tribunal del almirantazgo británico convocó a una audiencia de rescate para determinar si los tripulantes del Dei Gratia, de acuerdo con la legislación naval británica, tenían derecho al pago de las aseguradoras de la nave, en compensación por el rescate. Pero el fiscal general a cargo de la investigación, Frederick Solly-Flood, sospechaba de la tripulación del Dei Gratia por la extrañeza del caso e investigó en consecuencia. Después de más de tres meses de pesquisas, el tribunal no encontró ninguna evidencia de juego sucio. Con el tiempo, la dotación del Dei Gratia recibió su recompensa, pero sólo una sexta parte de los 46.000 dólares en que se había asegurado el buque y su carga, lo que sugiere que las autoridades no estaban del todo convencidas de la inocencia de la tripulación del Dei Gratia.

   1956, Stratojet B-47

   El 10 de marzo de 1956, cuatro Stratojets B-47, pertenecientes a la 369ª escuadrilla de  bombardeo de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, despegaron de la Base Aérea MacDill en Florida, para un vuelo sin escalas a la base aérea de Ben Guerir, al norte de Marrakech, Marruecos, en una rutinaria misión de despliegue. Cada uno de estos bombarderos portaban en sus bodegas dos cápsulas de material para armas nucleares. Las cápsulas estaban contenidas en cajas de transporte que minimizaban el riesgo de una detonación accidental. Debido a la larga distancia, sería necesario repostar en vuelo dos veces durante el viaje.

   El primer repostaje se realizó sin incidentes. Cada uno de los bombarderos repostan en vuelo 20.440 litros de combustible mientras sobrevuelan aguas del Atlántico, a partir de aviones KC-97 de reabastecimiento, destinados en la base aérea de las Azores. El segundo y último reabastecimiento en vuelo iba a tener lugar sobre el Mediterráneo, al norte de la costa argelina.

   En el lugar convenido, los cuatro B-47 comenzaron descendiendo a través de una espesa cobertura de nubes para comenzar su segundo repostaje, a 14.000 pies de altura, pero sólo tres de ellos salieron del cielo nublado. El Boeing B-47E-95-BW Stratojet con número de serie 52-534, tripulado por el capitán Robert H. Hodgin, el capitán Gordon M. Insley y el segundo teniente Ronald L. Kurtz, simplemente había desaparecido. Cuando el avión cisterna KC-97 asignado no pudo ponerse en contacto con el B-47, comenzó la búsqueda.

   Junto con la Fuerza Aérea de los EE.UU., buques de la Royal Navy de maniobras en el Mediterráneo, y tropas españolas y francesas desplegadas en Marruecos, ayudaron en la búsqueda de restos del avión. La exhaustiva búsqueda nunca dio con los restos de la aeronave, sus armas ni su tripulación. El Stratojet 52-534 simplemente se esfumó sin dejar un solo mensaje de alerta o reporte de mal funcionamiento mecánico por parte de la tripulación. A día de hoy, la desaparición y el paradero de la aeronave, la tripulación y sus dos cápsulas nucleares sigue siendo un misterio.

   1947, Vuelo CS-59 de la British South American Airways

   El 2 de agosto de 1947 el vuelo CS-59, que había salido de Buenos Aires con destino a Santiago de Chile, comunica a la  torre de control del aeropuerto Los Cerillos que tomará tierra en cuatro minutos. Sin embargo el aparato nunca llega a su destino. Desaparece sin emitir una sola señal de socorro o mensaje de radio. La búsqueda del aparato, sus seis pasajeros y sus cinco tripulantes comienza de inmediato pero el Avro 691 Lancastrian de la British South American Airways parece haberse evaporado.
   
   No es hasta enero de 2000, más de cincuenta años después del suceso, cuando unos alpinistas encuentran restos humanos y fragmentos de una aeronave en el volcán Tupungato, en Argentina, a unos 80 kilómetros del aeropuerto de Santiago. Del posterior estudio por parte de las autoridades argentinas de los restos encontrados, se llega a la conclusión de que se trata, sin ninguna duda, de los restos del Avro 691 Lancastrian, accidentado al impactar directamente contra la montaña en una combinación de error de pilotaje y mala visibilidad por las condiciones atmosféricas de la zona. Un posterior alud provocado por el impacto contra la montaña nevada, causó una avalancha que ocultó los escombros y los cuerpos de las víctimas durante más de cincuenta años.

   1945, el Vuelo 19

   A las 14:10 de la tarde del 5 de diciembre de 1945, el vuelo 19, que consta de cinco bombarderos TBM Avenger despega de la Base Aérea Naval de EE.UU., Fort Lauderdale, en Florida, en un vuelo de entrenamiento de navegación avanzada sobre el agua y bombardeo de bajo nivel. El clima en el área cubierta por la escuadrilla de entrenamiento puede considerarse normal para este tipo de pruebas, con lluvias dispersas con un techo de 2.500 pies, visibilidad de 6.8 millas, vientos de superficie de 20 nudos con rachas de 31 nudos y mar de moderada a difícil.

   A las 16:00 horas, Charles O. Taylor, el teniente instructor al mando de la misión, informa con preocupación a la torre de control que su escuadrilla se ha perdido y que no pueden distinguir la superficie de océano. El controlador de la torre, en un intento de guiar a los pilotos, les pide que se dirijan hacia el oeste de su actual posición, pero la respuesta del oficial Taylor fue aún más sorprendente que la primera: “No sabemos dónde está el oeste. Todo parece falso, extraño. No estamos seguros de ningún rumbo. Incluso el océano no parece ser el mismo de siempre”. Los cinco aviones estaban experimentando mal funcionamiento en sus brújulas. Poco después de la insólita respuesta del teniente Taylor, se pierde toda comunicación con el Vuelo 19 debido a la interferencia de las estaciones de radiodifusión en Cuba, estática, y las condiciones atmosféricas.

   Hay indicios de que el contacto por radio se pierde en algún lugar al este de la península de la Florida. Todos los medios al alcance de la Marina se ponen en marcha para localizar a los cinco Avengers perdidos y ayudarles a regresar a la base pero todo esfuerzo resulta en vano. No hay ni rastro de las aeronaves a pesar de que la operación de búsqueda se lleva a cabo hasta la noche del 10 de diciembre de 1945, cuando las condiciones climáticas se deterioran al punto que las operaciones de búsqueda y rescate se vuelven excesivamente peligrosas.

   El misterio de la desaparición del Vuelo 19 crece cuando un hidroavión bimotor Martin Mariner es lanzado a las 19:30 del 5 de diciembre de 1945, el mismo día de la desaparición, para unirse a las labores de búsqueda y después del despegue, nunca más se sabe de él. En base al informe de un buque mercante que cree haber visto una fuerte llamarada en el cielo, se supone que este avión explotó en el mar y se hundió a aproximadamente 28,59 N; 80,25 W. Sin embargo, y al igual que los cinco Avengers, los restos del hidroavión y su tripulación nunca fueron encontrados.

   1954: El vuelo 441

   El 30 de octubre de 1954, el vuelo 441, un Super Constellation de la Marina Americana, despegó con 42 pasajeros, todos oficiales de la Marina y sus familias, de la Estación Aérea Naval de Patuxent River con destino a Lajes en las Azores. En un principio, la comunicación con la aeronave fue regular y rutinaria. Y de repente, el silencio. La última transmisión fue recibida a las 23:30 horas que constaba de informe periódico informando de su ubicación. A esa hora, el avión se encontraba a 17.000 pies de altitud a 400 kilómetros de la costa americana.

   Y después de eso, el vuelo 441, simplemente se esfuma. La desaparición del vuelo 441 se mantiene como uno de los mayores misterios en la historia de la aviación. Ni siquiera una sola pista hasta la fecha se ha reunido para arrojar alguna luz sobre la causa. Todas las circunstancias del vuelo fueron investigadas minuciosamente, incluso se indagó en la pericia y la vida privada del piloto y la tripulación, sin encontrar nada extraño. El tiempo era el típico para el Atlántico Norte en esa época del año, el Lockheed Super Constellation, el avión más moderno y seguro de la época, equipado con un radar meteorológico que era capaz de dar aviso previo si había cualquier condición meteorológica adversa, estaba en perfectas condiciones, y el comandante de la aeronave, el teniente Leonard, era un piloto experimentado con miles de horas de vuelo.  

   La comisión de investigación por la desaparición del vuelo 441 no llegó a ninguna conclusión verosímil, básicamente porque si el aparato hubiese explotado en pleno vuelo o hubiera hecho un amerizaje de emergencia, alguno de los 111 chalecos salvavidas, 46 trajes de exposición, 660 vasos de papel y 5 balsas salvavidas que transportaba, todos objetos que flotan fácilmente en el agua, debería saber sido avistado. Además, si el avión hubiera tenido que hacer alguna maniobra de emergencia, el piloto debería haber enviado una señal de SOS. Sin embargo nada de eso ocurrió.

   2003: Boeing 727 robado en Luanda

   A las cinco de la tarde del 25 de mayo de 2003 en el aeropuerto Quatro de Fevererio de Luanda, un Boeing 727 con matrícula N844AA comienza a moverse por el asfalto con las luces apagadas y sin avisar a la torre de control. Al alcanzar la pista de aterrizaje y haciendo caso omiso a los avisos de los controladores aéreos, despega sin autorización y desaparece en el horizonte, rumbo norte, a la altura de Kinshasa, en el Congo, para no volver a ser visto jamás. El transpondedor, un aparato que facilita la localización de la aeronave, fue apagado de forma manual desde la cabina.

   El aparato, fabricado en 1975 para la compañía American Airlines, fue vendido por su último propietario “Aerospace Sales & Leasing” a “Air Angola” en el año 2002 por un millón de dólares, pero en el 2003 fue detenido en el aeropuerto de Quatro de Fevererio en Luanda por impago de cincuenta mil dólares en tasas aeroportuarias, donde permaneció catorce meses parado. Air Angola y sus socios lo habían reconvertido en un avión cisterna que se dedicaba a abastecer de gasoil a las minas de diamantes. Sus asientos se habían retirado y en su lugar se habían colocado diez depósitos de 1900 litros de capacidad, para un total de 19000 litros de combustible.

   Menos de dos años después de los atentados del 11 de Septiembre contra las Torres Gemelas y dadas las características del aparato, el robo del 727 desencadenó una frenética búsqueda por parte de la CIA y el FBI. Se elevó al máximo la alerta antiterrorista, se movilizaron barcos y aviones de combate en un radio de 2.400 kilómetros del aeropuerto de Luanda, pero el Boeing 727-223 con matrícula N844AA, una perfecta bomba volante, nunca apareció. Ni tampoco Ben Charles Padilla, su ayudante John Mikel Mutantu y la cuadrilla de mecánicos angoleños que llevaban a cabo las labores de puesta a punto del aparato.

   Casi once años después, la desaparición sigue siendo un misterio. La teoría más admitida apunta a que fue robado por terroristas o narcotraficantes, después de asesinar a los dos mecánicos, con la intención emplearlo para transportar armas o drogas tras ocultar su procedencia bajo documentación falsa.


Fuentes:

http://www.smithsonianmag.com

http://www.history.navy.mil/

http://compendiummagazine.com/


Coordenadas Google Maps:

Isa de Peleliu, Palaos: 7.005070, 134.242517
Base Aérea MacDill, Tampa, Florida: 27.848979, -82.521627
Base aérea Ben Guerir, Marruecos: 32.126902, -7.878002
Aeropuertode Santiago de Chile: -33.393301, -70.794091
Aeropuerto Quatro de Fevererio, Luanda: -8.849596, 13.234878

4 comentarios:

  1. Y por que dices que no es posible la teoría de los hombrecillos verdes?

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  2. La verdad es que es muy desconcertante que no haya aparecido ningún rastro del avión de Malaysia airlines. Aunque haya caído al mar, algún rastro hubiese dejado, además de las propias balizas que porta el aparato.
    Todo un misterio. Como los grandes clásicos que añades, de los cuales, siempre me sentí atraído por el de los Avengers, supongo que condicionado por la lectura de Berlitz cuando era chaval.
    Lo cierto que es todo muy extraño y desconcertante.
    Un abrazo, genial reportaje.

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    1. Gracias Jorge. Hay otros muchos desconcertantes casos de desapariciones misteriosas que se han quedado en el tintero, como el de Amelia Earthart, una famosa aviadora estadounidense desaparecida en el Pacifico el 2 de julio de 1937 cuando intentaba realizar el primer viaje aéreo alrededor del mundo, o la enigmática desaparición en abril de 2007 de los tres tripulantes del catamarán Kaz II a la altura de Queensland, Australia, en unas circunstancias muy parecidas a las del bergantín Mary Celeste, con el motor funcionando al ralentí, una taza de café medio vacía, un ordenador portátil encendido y el periódico abierto sobre la mesa. Pero mi desaparición favorita, sin ninguna duda, es la del Boeing 727 robado en el aeropuerto de Luanda y posteriormente evaporado sin dejar rastro. Digno de un buen guión cinematográfico.

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