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martes, 23 de abril de 2013

IGOR KOSTIN, EL HOMBRE LEGENDARIO.


   A las cuatro y media de la madrugada, el timbre de un viejo teléfono suena por todo el pequeño apartamento, sumido en la oscuridad de la noche. La tenue luz de la mesilla se enciende al tiempo que asoma de entre las sábanas un rostro somnoliento con el pelo enmarañado y un enorme bigote poblado. A punto de tirar el vaso de agua situado junto al teléfono, el ruidoso timbre calla cuando una mano descuelga su auricular.

   El hombre del bigote contesta con un cansino y a enojado “Daaa…” a la llamada. Aunque está habituado a que lo despierten en mitad de la noche, es algo que detesta. Se relaja un poco cuando reconoce la voz al otro lado del auricular. Es la voz de un viejo amigo. Un oficial del ejército, piloto de helicópteros, con el que entabló una buena amistad en Afganistán, cuando estuvo destinado como corresponsal de guerra de la Agencia Novosti. Juntos habían volado en innumerables ocasiones fotografiando los desolados campos de batalla de aquellas áridas tierras.

-         Igor, soy yo. Siento despertarte en mitad de la noche pero ha ocurrido algo grave en la central Vladimir Ilich Lenin. Un incendio. En unas horas partiremos del aeródromo para evaluar los daños desde el aire. ¿Te apuntas?
-         Si, claro. Dame un par de horas para que me asee y prepare el material.
-         Ven lo más pronto que puedas, estamos esperando la orden de partir.

   Sin saberlo, esta llamada telefónica va a cambiar la vida de ambos para siempre. Al piloto y a toda su tripulación apenas le quedan unos días de vida. A Igor Kostin, el fotógrafo por vocación de la Agencia Novosti, toda una vida dedicada a una causa.

   Cargado con tres cámaras automáticas, pilas de repuesto y suficiente rollo de película, el hombre legendario deja atrás a su esposa y a su pequeño apartamento en Kiev, en dirección al aeródromo para embarcarse en un MI-8. -Como en los viejos tiempos en Vietnam o Afganistán, piensa, mientras accede a las instalaciones y ve al fondo a los técnicos pertrechando al helicóptero.

Tripulación del MI-8
  Su viejo amigo está esperándolo a pie de pista. Tras un apretón de manos y un rápido abrazo, el piloto pone al corriente a Igor de la misión. Será un vuelo de 45 minutos desde Kiev hasta la central; sobrevolarán las instalaciones para ver los daños producidos por el fuego y retornarán a la base para informar. Rápido y sencillo. Kostin podrá sacar todas las fotos que quiera del accidente pero su agencia no podrá publicarlas hasta que no tenga el visto bueno de las autoridades políticas. Oficialmente él no está allí. Igor asiente mientras coge los protectores de oídos que le entrega el piloto. Los MI-8 son unos aparatos muy ruidosos.

Primera foto de la catástrofe
   Debido a la incomodidad y al terrible ruido del aparato, durante el vuelo Igor apenas habla con la tripulación. Permanece sentado en silencio mirando pensativo el paisaje por la escotilla del MI-8. Es la voz del piloto la que lo hace despertar de su ligero sopor cuando le advierte de la presencia de una cortina de humo en el horizonte. Instintivamente, revisa de nuevo su equipo y prepara una de las cámaras para fotografiar el siniestro. Lo que va a observar y experimentar en los próximos minutos es algo que marcará su vida para siempre. Un espectáculo del que pocas personas en el mundo que sigan vivas, pueden presumir de haber visto con sus propios ojos.

   La magnitud de la catástrofe que se muestra a cincuenta metros por debajo de la panza del MI-8, hace que afloren todos sus instintos de reportero. Instintivamente, abre la puerta del helicóptero, agarra su cámara automática y comienza a enfocar el amasijo de escombros provocado por la catástrofe. Acciona el disparador una y otra vez hasta que de forma repentina, deja de funcionar la cámara. Coge la siguiente cámara y sigue disparando hasta que esta se rinde después del quinto disparo. La tercera cámara tampoco funciona. Un silencio escalofriante y un calor abrasador envuelven la escena. Una escena misteriosa, mágica. Todos se sienten como si flotaran dentro del aparato. Un sabor metálico les invade la boca. Bajo ellos, el edificio del reactor cuatro ha volado por los aires, dejando el núcleo expuesto, liberando a la atmósfera su radiactiva carga mortífera. El magma en que se ha convertido el combustible radiactivo y las barras de grafito, brilla entre los escombros del reactor. Un espectáculo asombroso que ningún hombre en la historia de la humanidad jamás vio. Hasta este momento, claro.

-         Lo siento, -se oye decir a Igor-, algo le pasa a las cámaras. No puedo trabajar.

   El helicóptero rodea el reactor una vez y toma el camino de regreso a Kiev. Es la mañana del 26 de Abril de 1986, y hemos atravesando el humo radiactivo volando a cincuenta metros por encima del reactor cuatro de la central nuclear Vladimir Ilich Lenin, más conocida en occidente como la Central Nuclear de Chernobyl.

Igor Kostin, Chernobyl 1986
   A la vuelta al aeródromo, Igor siente un nudo en la garganta. Se encuentra mareado, desorientado. Empieza a toser y vomitar. Sabe que los síntomas no tienen nada que ver con el vuelo en helicóptero. En todos sus años de profesión, nunca se ha sentido mareado después de un vuelo. Es al llegar al laboratorio de revelado cuando entiende a qué se ha enfrentado. De los veinte disparos que efectuó con las cámaras, todos los negativos están en negro salvo la primera foto. Es la única que se salva. Todos los rollos de película y los motores eléctricos de las cámaras están destruidos. Todas las cámaras fotográficas han quedado inservibles. Son los efectos de la altísima radiación a la que se han visto sometidos.

   En nuestras entradas anteriores dedicadas a la película “EL CONQUISTADOR DE MONGOLIA” y al “ATOLON BIKINI”, hemos visto los efectos de la radiación en las personas y la naturaleza, provocados por los ensayos indiscriminados de armas nucleares. En esta tercera entrega dedicada a la energía atómica, vamos a caminar por una de las mayores catástrofes medioambientales en la historia de la humanidad provocada por una instalación civil, vista por los ojos de Igor Kostin, la primera persona que fotografió el desastre de Chernobyl y dedicó toda su vida a informar de primera mano al mundo las consecuencias de aquél desastre. Consecuencias que aun se sufren en nuestros días y de las que ningún experto se pone de acuerdo en el alcance global de las mismas.   

Robot en acción, azotea del reactor número tres
   La noticia sobre el accidente se extendido por todo el mundo como la pólvora. La catástrofe de Chernobyl afectó a toda Europa: Francia, Alemania, Noruega, Suiza, Gran Bretaña, Italia, el noroeste de España… todo el mundo se vio afectado. Pero nadie sabía exactamente lo que había pasado. Solo circulaba una cantidad muy pequeña de información debido a que el régimen soviético intentó minimizar desde el primer momento el alcance de la tragedia. Como reportero, Igor Kostin comprendió de inmediato que algo había que hacer. Su trabajo era ir allí e informar al mundo. Era su deber. No recibe permiso para fotografiar Chernobyl hasta el 5 de mayo. El hecho de que hubiera estado en la central antes de ese día era algo ilegal y prohibido que no debía salir a la luz. Lo habría pagado caro.

Liquidadores
   Cuando el cuarto reactor explotó, los escombros, parte del combustible y el grafito contaminado cayeron sobre el techo del tercer reactor. Toda esta basura radiactiva tenía que ser recogida pero la radiación era increíblemente alta allí. La dosis mortal para una persona es de cincuenta roentgen, pero la radiación en el techo del tercer reactor era de 15.000 roentgen. Eso es un auténtico disparate. La civilización nunca antes había experimentado tal nivel de radiación. Primero se trató de limpiar los escombros con robots traídos desde Alemania y Japón pero, al igual que las cámaras automáticas de Kostin, los robots pronto dejaron de funcionar bajo la altísima radiación. Entonces se decidió enviar robots biológicos para hacer el trabajo sucio. Personas de carne y hueso, para que nos entendamos. Soldados que tuvieron que elegir entre 40 segundos de trabajo rápido en el techo de la central o dos años de destino incierto en la guerra de Afganistán. La mayoría eligieron los 40 segundos. Son los llamados “liquidadores” e Igor Kostin estuvo con ellos desde el primer momento para fotografiarlos y dar testimonio de su trabajo.

Liquidadores, tejado del reactor 3
   Colocaron una sirena que sonaba cada cuarenta segundos para avisar a los liquidadores que su trabajo había terminado. Subían una sola vez al tejado, arrojaban una pala cargada de escombros al reactor y bajaban de nuevo a toda velocidad. Abajo, después de quitarse el traje artesanal fabricado con planchas de plomo, les esperaban palabras de agradecimiento, un bono de cien rublos, un certificado del ejército y un adiós muy buenas. Todo el resto de sus vidas sufrirán en mayor o menor medida los efectos de la radiación sobre su organismo. Todo por subir una sola vez al tejado. Igor Kostin subió hasta cinco veces al tejado para fotografiar los trabajos de los liquidadores. Tiene cinco certificados.

   Durante los diecisiete años siguientes, el hombre legendario dedicó todo su tiempo a mostrar al mundo las consecuencias de la catástrofe. Para él, Chernobyl era como una droga. A pesar de que cada vez que volvía a Kiev se sentía enfermo y cansado, no podía pasar más de tres o cuatro días alejado del lugar. El 2 de enero de 1987 tuvo que ingresar en el hospital Número 6 de Moscú, un centro especializado en las enfermedades relacionadas con la radiación. 

   Mientras su salud se lo permitió, fotografió a la catástrofe y sus consecuencias durante diecisiete años, en Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Fue a todas las regiones y tomó fotos de todos los aspectos del desastre que le fue posible tomar. Estuvo desde el primer momento en el epicentro del siniestro, comprendiendo que lo que estaba haciendo allí era historia; una especie de manual para que las generaciones venideras no cayeran en los mismos errores que llevaron al desastre de Chernobyl. Son legendarias sus fotos de la ciudad fantasma de Pripyat, de las aldeas abandonadas de los alrededores, de la construcción del sarcófago de hormigón con que se cubrió el edificio del reactor cuatro, de los trabajos de los liquidadores, del cementerio de máquinas abandonadas victimas de la radiación…

Igor Kostin, en la actualidad
   El fotógrafo moldavo nacido en 1936, llamado "el Hombre Legendario" por el Washington Post, recibió a lo largo de su carrera innumerables premios por la calidad de sus trabajos. En el año 2006 publicó el libro “Chernobyl: Confesiones de un Reportero”, publicado en España bajo la Editorial Efados, donde deja testimonio de sus años dedicados a la magnitud de la catástrofe, de sus vivencias entre los cerca de 800.000 liquidadores que trabajaron arriesgando sus vidas y de la desolación dejada en la zona por la invisible radiación. En la actualidad, reside en Kiev junto a su esposa e hija aunque pasa dos meses al año en hospitales a causa de las secuelas dejadas en su organismo por las elevadas dosis de radiación recibidas en todos estos años.

   En cuanto al piloto del helicóptero que nombrábamos al principio de esta entrada, murió junto con toda su tripulación en los días posteriores al desastre, en un accidente cuando pilotaba el mismo MI-8 que días antes había llevado a Igor Kostin hasta el corazón del reactor abierto. El accidente se produjo cuando las hélices del rotor chocaron con un cable de acero mientras sobrevolaban el edificio del reactor cuatro, intentando sellar la fuga de radiación vertiendo en el interior una mezcla de arena y boro. Tras el choque, el aparato se precipitó al interior del reactor, muriendo toda la tripulación en el acto. La escena del accidente fue filmada por el cámara Vladimir Shevchenko, un reportero soviético que días después murió a causa de la radiación absorvida. Es una secuencia muy famosa que los más morbosos encontrarán sin problemas en Youtube. Como última curiosidad, unas horas antes del fatal accidente del MI-8, Kostin hizo una fotografía de la tripulación junto a su aparato, ataviada con simples mascarillas de algodón como protección. 

Fuentes:
Chernobyl: Confesiones de un Reportero. Igor Kostin, 2006. Editorial Efados.

Coordenadas Google Maps:
Reactor Cuatro, central nuclear de Chernobyl: 51.3895528, 30.0991472
Pripyat, Ucrania: 51.395088 30.07704

Fotos:
Igor Kostin, Corbis / Verlag Antje Kunstmann 

domingo, 21 de abril de 2013

PAZ Y AMOR. ¡Y PIRATAS PAL SALON!

Relax!  ....Ke veo mucha tension; así ke traigo unas pildoritas pa los nervios..
la primera, de PIRATAS, de los de siempre... ((no de los ke descargan pelis con el Torrent,, ni del CARIBE))
todavia la estan peinando,.. pero vaa ser un bombazo, ke te lo digo yo.. mira con tus ojitos

BLACK SAILS

si kereis saberlo todo con pelos y señales, mirar aki= http://www.imdb.com/title/tt2375692/

Y otra pildorita para los Frikis a los ke les molaba la peli de KICK-ASS... ¡llega la segunda parte.. con los protas y con ...¡Ta CHÁNN!...   Jim Carrey ,   kelosepas

....cositas wenas pa gosaa...  lo ke vosotros os mereceis.
abrazos para todos, pronto mas y mejor

martes, 16 de abril de 2013

BORN TO RUN




Nacido para correr es uno de mis temas favoritos del Boss,sirva como himno para todos los runners que se encuentran especialmente afectados y horrorizados por la tragedia de Boston,y como homenje a los 3 muertos y el centenar de heridos,algunos de ellos muy graves.


Ningún escenario puede servir como pretexto para matar y sembrar el pánico,pero si hay un espacio,una forma de vida dónde se nos permite ser aún más libres ese es el deporte,así que RESPECT!!,y no jodernos el poco espacio que nos queda para disfrutar.


Entre las víctimas de las explosiones se encuentra  Martin,de tan sólo 8 años,él es nuestro pequeño  ganador.
NACIDOS PARA CORRER..,NO PARA HUIR.

domingo, 14 de abril de 2013

remember OBLIVION

Recuerda ... Oblivion

Estaba a punto de publicar una nueva entrada, cuando, anoche, saliendo de la sala de cine, con esas sensaciones intensas q te impregnan cuando acabas de ver una buena película, <y llevaba mucho tiempo sin experimentar>, me hizo cambiar de ruta, y dedicarle éste Post, cuando todavía tengo vívidas las impresiones..

AVISO: a partir de este punto,
No sigas leyendo
si pretendes ver la película sin conocer
ningún detalle de la misma.. 

Planeta no Azul

Este escenario, donde los recursos acuíferos de La Tierra están siendo cosechados, preparando el éxodo, es el que contempla Jack (T. Cruise) todos los días; entre amargura y resignación, mientras realiza tareas técnicas de mantenimiento, en solitario, de las instalaciones. Una rutina que sólo se vé quebrada por espontáneos deja vú, y van dejando en el espectador evocaciones dispares sobre la realidad ó virtualidad de los acontecimientos.. ¿resonancias de The Matrix?...
...Inevitablemente reconoceremos esos momentos, y veremos a Neo en Jack, y a Morpheo en Morgan Freeman..

Confieso que llegué a la película sin esperar más que un show de deslumbrantes FX, pero a los pocos minutos me encontré inmerso en un  planteamiento argumental que abría una encrucijada de posibilidades, <mérito del guión de Kosinski>, aunque el principal atractivo era la recreación del entorno postapocalíptico impecable, un contraste entre la burbuja aséptica, micromundo de Jack, que podría haber sido pensado por un diseñador de Apple..
 ...y el distópico paisaje donde se mueven los insurgentes Scavengers
Pese a los más o menos explícitos referentes que se traslucen en Oblivion; Matrix, Star Wars <el combate aéreo por los desfiladeros que dejaron las devastadas calles, recuerda nada menos que a la batalla de los XWings en la Estrella de la Muerte>, hasta guiños más serios, como los planteamientos de identidad de los humanos creados en laboratorios, herencia de Blade Runner, no obstaculizan la percepción de veracidad de la historia, con ciertos giros cruciales, que la hacen más interesante.
Un reproche personal, en la parte "Off"; el face to face en el encuentro con el ente alienigena, se queda carente de trascendencia, sin sacarle ningún partido ni sentido al contacto con una inteligencia extraterrestre..

..aunque el apartado visual, con minuciosas descripciones gráficas, compensa con creces las carencias.. y dicho todo lo cual, pongo el pulgar hacia arriba, y recomiendo, <a contracorriente, creo>

Oblivion ha de ser recordada

Enjoy

martes, 9 de abril de 2013

ATOLÓN BIKINI, EL PARAÍSO CONVERTIDO EN INFIERNO


   Aprovechando el tirón nuclear del simpático Kim Jong-un y a que aún no he guardado en el armario mi traje NBQ, después de volver aparentemente intacto de nuestro viaje al desierto de Nevada, os propongo viajar de nuevo en el tiempo y el espacio a otro lugar bañado por la mortal radiación. Digo que vuelvo aparentemente intacto porque los efectos de la radiactividad pueden manifestarse incluso décadas después de haber sido expuesto a ella, como vimos en la entrada dedicada a la trágica película “El Conquistador de Mongolia”. Bueno, mientras voy colocándome el incómodo traje NBQ y compruebo que todo está en orden, me gustaría plantearos una cuestión. Si os pregunto cual fue la primera bomba atómica detonada en la historia que causó víctimas mortales, muchos de vosotros contestaréis sin dudarlo “la que cayó en Hiroshima”. Los más listos incluso sabréis el nombre con que fue bautizada aquella bomba arrojada en territorio japonés el 6 de agosto de 1945: “Little Boy”. Los norteamericanos y su manía con bautizar sus artefactos con nombres ridículos.

Trinity Site, monolito conmemorativo
   Por regla general siempre nos acordamos de los primeros y tendemos a olvidarnos de los siguientes… aunque en este acaso en concreto esta máxima es del todo incorrecta. “Little Boy” no fue el primer artefacto nuclear que causó victimas mortales entre la población. Ese dudoso honor corresponde a “Trinity”, una bomba de plutonio de 19 kilotones detonada a las 5 horas, 29 minutos y 45 segundos del 16 de julio de 1945 en Alamogordo, un remoto lugar ubicado en el desierto de Jornada del Muerto, al suroeste de los Estados Unidos. Era la culminación del proyecto Manhattan. La primera, aunque ni de lejos la más grave, de las chapuzas nucleares estadounidenses. Para empezar, la zona no era “tan remota” como parece. A menos de quince kilómetros del sitio de la explosión pasa la autopista nacional 380. Todo conductor que circulara en su vehículo por el lugar a las 5 horas, 29 minutos y 45 segundos del 16 de julio de 1945, recibió una dosis mortal de rayos Alfa, Beta y Gamma. Tampoco se les ocurrió avisar ni evacuar a los habitantes de las cercanas ciudades de Bingham, Holloman, Alamogordo o Tularosa. Para qué. Los efectos de Trinity se pudieron observar hasta en las cabezas de ganado de algunos de los ranchos de los alrededores. Muchas de ellas hubo que sacrificarlas porque presentaban graves quemaduras producidas por radiación. En 1975, el lugar fue designado monumento histórico nacional, levantándose un monolito conmemorativo en el punto exacto donde fue detonado el artefacto.

Réplica de Trinity, White Sands Museum (Alamogordo)
 Ya conocemos a Trinity y a Little Boy, la primera y segunda bombas nucleares de la historia. También seguro que todos conocéis a Fat Man, la bomba de plutonio de 25 kilotones que el 9 de agosto de 1945 arrasó Nagasaki. ¿Pero y la cuarta? ¿Y la quinta? Para conocer la historia de estos explosivos nucleares de destrucción masiva tenemos que viajar hasta un paradisíaco lugar llamado Atolón Bikini, situado en el Mar del Coral, perteneciente al conjunto de atolones que componen las Islas Marshall. Un idílico lugar tranquilo y perdido en el Pacífico Sur hasta que a los norteamericanos les dio por usarlo como campo de pruebas nucleares de sus juguetitos. Comprobad que estén bien sellados vuestros trajes antirradiación y abrochaos los cinturones porque vamos a dar un salto en el tiempo hasta el día 1 de julio de 1946, apenas un año después del horror de Hiroshima y Nagasaki. Vamos allá.

   Gracias a Hollywood, todos sabemos de la tradicional rivalidad entre el ejército y la marina de guerra estadounidense. En 1946, la marina se siente ninguneada porque el ejercito cuenta con armas nucleares a su disposición y ellos no. Angelitos. Las más altas esferas de la marina norteamericana presionan hasta conseguir que la administración Truman de luz verde a su particular proyecto de armas nucleares. Cargados de buenas intenciones, quieren comprobar qué efecto produce una bomba atómica detonada justo en el centro de una flota naval en mitad del océano. Lo hacen sin malicia. Hasta un niño de primaria sabría contestar a la incógnita pero en 1946 la tecnología nuclear está en pañales. Conseguidos los permisos pertinentes, ya solo falta escoger el emplazamiento para llevar a cabo el experimento.

   El lugar elegido para la cuarta explosión nuclear de la historia es el atolón de Bikini, un territorio bajo el protectorado de los Estados Unidos al término de la Segunda Guerra Mundial; un lugar perfecto para el ensayo pues se encuentra aislado en mitad del océano Pacífico, alejado de las rutas marítimas habituales. Solo hay un pequeño contratiempo: los molestos aborígenes que pueblan las islas. Lo de que sea un ecosistema único en el mundo poblado de raras especies animales y vegetales les trae al pairo. Al experimento lo llaman Operación Crossroad. Los americanos y sus dichosos nombres rimbombantes. Claro que si el experimento hubiera sido llevado a cabo por españoles, lo hubiéramos llamado Operación Babieca, Plus Ultra, o San Apapucio. Mejor no imaginar.

Atolón Bikini, islas Marshall
   Como detonar una bomba nuclear de 21 kilotones bajo las mismas barbas de la población civil, por muy aborigen que sea, causará un escándalo internacional de proporciones siderales, el papelón de convencer a los habitantes de Bikini de abandonar temporalmente la tierra de sus ancestros corresponde al comodoro Ben H. Wyatt, a la sazón gobernador militar de las islas (nombrado a dedo por los norteamericanos, por supuesto). En febrero de 1946, el comodoro Wyatt pronuncia un emotivo discurso a la población de Bikini, básicamente 167 hombres, mujeres y niños en taparrabos, agradeciendo en nombre de toda la humanidad el sacrificio de la población de Bikini “en pos del desarrollo tecnológico nuclear como clave fundamental para conseguir el final definitivo de todas las guerras.” Enternecedor. El rey Juda, soberano de la isla, cree emocionado a pie juntillas la sarta de mentiras del comodoro, accediendo a la deportación temporal de sus súbditos, con él a la cabeza, a otro atolón situado a doscientos kilómetros de distancia: Rongerik, un mugriento lugar mucho más pequeño, con escasos recursos naturales y para más inri, considerado maldito por los nativos de Bikini. Mientras marchan humillados hacia el exilio, observan como un ejército de 42.000 personas, 242 barcos y 156 aviones, invaden sus tierras sagradas, arrasando todo a su paso. Es la primera población de la historia deportada como consecuencia del holocausto nuclear.

   Durante días, la marina de guerra norteamericana despliega en la zona casi un centenar de viejos barcos destinados al desguace, entre ellos buques tan emblemáticos y famosos como el acorazado japonés Nagato y el crucero alemán Prinz Eugen, ambos apresados durante la Segunda Guerra Mundial, el mítico portaaviones estadounidense USS Saratoga y los acorazados norteamericanos Pennsylvania, Nueva York, Arkansas, Nevada, e Independence, que servirán como “blanco” para el experimento. Tras mucho pensarlo, deciden que en vez de llenar los barcos de marineros para estudiar los efectos de la radiación sobre el organismo, es mejor y más humano que la tripulación de las naves se lleve a efecto por 5.400 cerdos, cabras, ovejas y ratas. Hasta el día de la fecha no ha trascendido a qué especie animal pertenecía el almirante al mando de tan siniestra flota.

   “Able”, la primera bomba atómica que estalla en Bikini, es lanzada por un B-29 el día 1 de julio de 1946 a las 8 horas y 45 minutos de la mañana, justo en el centro de la flota. Detonada a 158 metros de altura, es una bomba similar en muchos aspectos a “Fat Man”, lanzada sobre Nagasaki en agosto de 1945. Tan solo cinco de los casi cien buques de guerra se van a pique como consecuencia de la explosión pero el 10 por ciento de los animales a bordo mueren al instante. A Able, le sigue el 25 de julio “Baker”, hecha estallar a 27 metros de profundidad, bajo el nivel del mar. Ésta si que manda al fondo de la laguna de Bikini a casi toda la flota fantasma. Una tercera prueba, llamada Charlie es anulada debido a la elevada contaminación radioactiva producida por Baker.

Baker, 25 de julio de 1946
    Pese a ser dos armas mortíferas, Able y Baker son dos petardos verbeneros comparados con Castle Bravo. Para conocer en profundidad a tan insigne cachivache, tenemos que viajar al día 1 de marzo de 1954 a las 06:45 horas de la mañana, fecha y hora del mayor desastre radiológico de la historia. Ese día, la marina de Estados Unidos tiene todo dispuesto para detonar sobre el maltrecho atolón Bikini una bomba termonuclear de hidrógeno llamada Castle Bravo, con un poder destructivo de 15 Megatones. Un segundo después de las 6 horas y 45 minutos de la mañana, la detonación forma una bola de fuego de casi 7 kilómetros de altura visible desde 450 kilómetros de distancia. Un minuto después, la nube con forma de hongo alcanza una altura de 14 kilómetros; diez minutos más tarde tiene ya un diámetro de 100 kilómetros y sigue creciendo a un ritmo de 6 kilómetros por minuto. La explosión ha creado un cráter de 2 kilómetros de diámetro y 75 metros de profundidad. Tres islas y la barrera de coral que las rodea han sido pulverizadas.

Castle Bravo, 1 de marzo de 1954
   Debido a la magnitud de la deflagración, la contaminación radiactiva supera ampliamente todas las previsiones de los técnicos, provocando una colosal catástrofe medioambiental, agravada por los fuertes vientos imperantes en la zona durante los últimos días. A las 07:45 horas, justo una hora después del inicio de la prueba, barcos de control de la Marina de los Estados Unidos situados a una distancia de 30 kilómetros de la zona de exclusión, son bañados por una mezcla de lluvia y cenizas radiactivas. El radiactivo coral pulverizado llega a los atolones Rongelap y Rongerik, a más de 200 kilómetros de la explosión. Aunque los isleños son evacuados rápidamente, ellos y sus descendientes sufrirán durante el resto de sus vidas las funestas consecuencias de las altas cotas de radiación a las que se han visto expuestos.

  
1954, nativo víctima de la lluvia radiactiva
A 40 millas náuticas de la zona de exclusión de Castle Bravo (unos 75 kilómetros) los veintitrés tripulantes del pesquero japonés Daigo Fukuryu Maru ven a las 06:45 horas de la mañana iluminarse el cielo como un amanecer. Ocho minutos más tarde les llega el sonido de la explosión termonuclear. Un par de horas después, y durante tres horas, son bañados por un extraño un polvo blanco escamoso de coral calcinado que cae del cielo. Extrañados, los pescadores limpian la cubierta del barco con sus propias manos, sin saber que son cenizas altamente contaminadas por los productos de la fisión nuclear. Es un polvo pegajoso que se les adhiere a la piel y el cabello. Un tiempo después comienzan a sufrir náuseas, dolores de cabeza, quemaduras en la piel expuesta, dolor en los ojos y sangrado de encías. Son los primeros síntomas de contaminación por radiación. Los pescadores empiezan a intuir el peligro e intentan alejarse del área, pero la velocidad máxima del barco es de 5 nudos, unos 9 km/h, de manera que se ven expuestos a la radiación durante varias horas. Al poco de llegar al puerto de Yaizu (Japón) el 14 de marzo de 1954, uno de los tripulantes muere, siendo internados el resto en dos hospitales de Tokio. Diez de ellos morirán en los próximos meses. Trazas de la radiación provocada por Castle Bravo llegan hasta Australia, India, Japón e incluso los límites orientales de Europa.

   Después de esta prueba, la zona de exclusión por radiación en torno al atolón Bikini fue aumentada a 570.000 kilómetros cuadrados, aproximadamente el equivalente al 1% de la superficie total del planeta. Después de ser deportados por segunda vez, durante 22 años los nativos de Bikini vivieron de la caridad en barracones de la Marina de los Estados Unidos en Kili, un islote de poco más de un kilómetro de longitud sin recursos naturales. Jamás regresarán a su isla.

   En la actualidad, el atolón está marcado por los gigantescos cráteres dejados por las 23 bombas nucleares y de hidrógeno que fueron probadas en la zona entre 1946 y 1958. Aún sigue siendo una zona altamente radiactiva. El 31 de julio de 2010, la Unesco inscribió al atolón de Bikini como el primer Patrimonio de la Humanidad de las Islas Marshall. Un poco tarde, supongo. 

Fuentes:

Coordenadas Google Maps:
Proyecto Manhattan, Desierto Jornada del Muerto, Trinity Site (Alamogordo): 33.677299 -106.475403
Atolón Bikini, Islas Marshall: 11.521635 165.434372
Cráter Castle Bravo, Atolón Bikini: 11.697222 165.271942
Atolón Rongerick, Islas Marshall: 11.356 167.509995