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jueves, 6 de diciembre de 2012

El asedio de Ategua


   Hace unas semanas salto una noticia curiosa a la prensa: un grupo de investigadores y arqueólogos españoles, entre ellos un cordobés compañero de promoción de mi mujer, determinaron el lugar exacto donde fue apuñalado hasta la muerte uno de los personajes más conocidos de la historia de la humanidad. La madrugada del 15 de marzo del año 44 a.C., Julio César era asesinado en la Curia de Pompeyo, en lo que hoy es el área arqueológica de Torre Argentina, en Roma.

   Julio César, uno de mis personajes favoritos en esta gran obra de teatro que compone nuestra historia, vivió durante dos años en España, nada menos que en Córdoba, ejerciendo sus funciones de Cuestor de la Hispania Ulterior, algo que puede sorprender al lector pero que se convierte en irrelevante cuando ahondamos en el personaje y descubrimos que, años después, este hombre acampó con sesenta y ocho mil hombres divididos en ocho legiones, tropas auxiliares, caballería y refuerzos, en lo que en la actualidad es el barrio de “El Campo de la Verdad”, dispuesto a apoderarse de Córdoba por medio del asedio, asalto y posterior saqueo, y así zanjar la cuestión española en la Guerra Civil contra los hijos de Pompeyo, en una sola victoria espectacular y rápida, logrando conquistar una de las ciudades más importantes de la península.

   Aunque claro, los hijos de Pompeyo, Sexto y Gneo que no eran precisamente mancos, repelen a las tropas de César en una sangrienta batalla en los terrenos de El Campo de la Verdad. La ferocidad de las tropas que defendían Córdoba, junto con la solidez de su muralla, la imposibilidad de vadear el Guadalquivir con un mínimo de seguridad, y la escasez de provisiones de su ejército, obligan a César a desistir del asedio y dirigirse hacia la campiña cordobesa, en busca de suministros para sus tropas y de otro terreno más favorable para enfrentarse al enemigo.

Vista aérea de Ategua (foto de David Cruz)
   Y es aquí donde entra en juego Ategua, una ciudad abandonada en época medieval, situada en la campiña cordobesa junto al Cortijo de los Castillos de Teba, en un enclave privilegiado sobre un gran cerro que le permite dominar una amplia panorámica, pero que a finales del año 47 a.C., era una rica ciudad, dueña de grandes reservas de trigo y defendida por una aguerrida guarnición pompeyana. Seguro que muchos aficionados a la bicicleta la conocen por haber pasado por los senderos que discurren junto a sus ruinas.

   Enterado Julio César de que en Ategua había mucho trigo, se encamina hacia ella y rodea con su ejército todo el perímetro amurallado, construye fosos, empalizadas y emplaza destacamentos de infantería y caballería en campamentos menores situados en puntos estratégicos, para evitar la llegada de ayuda a los sitiados. Tala los bosques circundantes y construye torres de asalto, rampas, arietes y manteletes con los que romper la defensa de Ategua.

Complejo arqueológico de Ategua
   Día tras día se suceden escaramuzas. Desde las murallas de Ategua se hostiga día y noche a los sitiadores con una lluvia de flechas incendiarias, proyectiles incandescentes y violentas salidas nocturnas contra las líneas enemigas que amenazan con estrangular a la ciudad. Gneo Pompeyo acude desde Córdoba con un nutrido ejército en ayuda de Ategua pero se topa con los campamentos de avanzada de Julio César que oponen una férrea resistencia. Mientras tanto, las tropas de César logran derribar una parte del lienzo de la muralla de Ategua y penetran en la ciudad pero la ofensiva es repelida por los defensores ategüenses y los intrusos son devueltos a sangre y fuego al exterior del recinto amurallado. En la retaguardia, las tropas de Gneo Pompeyo abren una pequeña brecha y, a uña de caballo, un reducido grupo logra atravesar las líneas de Julio César y entrar en la ciudad. Allí, siguiendo órdenes de Gneo Pompeyo, preparan una contraofensiva intentando pillar desprevenido al ejercito enemigo y romper el cerco pero tras una lucha encarnizada y un baño de sangre, el plan de Pompeyo fracasa y deben volver a la desesperada en busca de la protección de las murallas de Ategua.

   Tras semanas de asedio, dentro de la ciudad se producen los primeros enfrentamientos entre las tropas de Pompeyo y los propios habitantes de Ategua. La desesperación y el fracaso de la contraofensiva provocan deserciones y hace que el mando de Pompeyo empiece a ver traidores y simpatizantes de César entre los ategüenses. Es aquí cuando la crueldad más feroz cae como un oscuro manto sobre el interior de la ciudad y sus habitantes. Los soldados lusitanos al mando de Pompeyo asesinan en la parte superior de las murallas a las mujeres de los desertores, llamando por sus nombres a los maridos que estaban en el bando contrario para que presencien la muerte de sus esposas, y a los hijos en el regazo de sus madres; a algunos de los pequeños los aplastan contra el suelo a la vista de sus padres, a otros los tiran al aire y los ensartan en la punta de las lanzas. Sangre inocente corre a ríos por las calles empedradas de Ategua y las cabezas de los supuestos traidores lucen en las murallas clavadas en picas.

Finalmente, el deterioro de la situación dentro de la ciudad, el cansino asedio de Julio César y los fracasos de Pompeyo por aliviar el cerco, hace que los pompeyanos de Ategua capitulen y entreguen la ciudad sin condiciones al enemigo el día 19 de febrero del año 46 a.C.

   Todo esto ocurrió hace dos mil cincuenta y ocho años a tan solo 20 kms. de Córdoba. El mítico Cayo Julio César, dos años antes de morir apuñalado por Bruto en las calles de Roma, se paseó con su capa roja al mando de sesenta y ocho mil hombres por la campiña cordobesa y participó en una de las batallas más decisivas de las Guerras Civiles. Hace dos milenios; antes de ayer como quien dice. Todos estos acontecimientos y muchos más los dejó escritos Julio César de su puño y letra en el “Bellum Hispaniense” (La Guerra de España). Aun hoy, en las inmediaciones del Castillo de Teba, se sigue encontrando material de guerra romano, alguno tan curioso como proyectiles de onda con leyendas grabadas en latín del estilo de "jódete Pompeyo" y otras lindezas. 
 

3 comentarios:

  1. Conmocionante el asedio de Ategua por parte de Julio César. Pasajes históricos como éste, con localizaciones muy próximas a nosotros, evidencian unos hechos extremadamente cruentos; cuando vemos series de TV, ambientadas en esta etapa histórica, repletas de violencia y crueldad, pensemos en los protagonistas de estas crónicas, gente real frente al auténtico infierno de la guerra. Felicitaciones, de nuevo M.A.B.

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    1. A la hora de reflejar toda la crueldad que el hombre puede desarrollar, las series de televisión se queda muy cortas. El asedio a Munda, en lo que fue la batalla final de la Guerra Civil en España entre Pompeyo y César, es de una crudeza inhumana. Y también ocurrió muy cerca de nosotros.

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